Un niño paseando su aburrimiento se encontrará con una sorpresa que le llevará por medio de la poesía a un mundo de imaginación e inventiva… Personajes mágicos y un bosque encantado que le descubrirá que la magia esta en cada uno.

Ser niño es una experiencia increíble, es vivir en una ilusión permanente por las cosas, es un despertar de los sentidos donde las sensaciones son únicas, es un hacer por hacer creativamente, es un idear por crear, es, en definitiva, el verdadero vivir. El afán de los adultos es estimular a los niños para que dejen de serlo, cuando realmente nunca deberíamos perder esa ingenuidad, esa inocencia y esa capacidad de sorprendernos. ¿Por qué estimular a un verdadero estímulo? ¿Por qué cargarlo de energía cuando es energía lo que desprenden? El niño es capaz de transformar lo que toca, de convertir la realidad en una mágica forma de divertirse, y sobre todo, es capaz de dar a los adultos una lección de cómo vivir por vivir. Aunque no queramos admitirlo, el adulto se niega a ver la infancia como un mero recuerdo, e inconscientemente, reproducimos conductas y sentimientos infantiles que nos acercan ligeramente al “niño que seguimos teniendo dentro”. Incluso aquellas actividades diseñadas por adultos para el adulto son objeto de la creativa magia de la infancia. Piensen en la poesía, por ejemplo, una rama literaria impregnada de fantasmas ocultos, de sentimientos escondidos, de expresividad marcada, y… de juego, de historias, de fantasía, de aventuras, de deseos…, en definitiva, de infancia. Por qué entonces no acercar a los niños a la poesía, a algo que ellos mismos llevan dentro de manera innata. Ellos tienen la esencia de un poema, el soñar, el crear, el amar, el desear, el jugar. Olvidemos la complejidad literaria y conectemos con la magia de la rima y la historia que la mueve, ¿no nos hace sentir como niños? Esos “pequeños poetas” que pintan de creatividad nuestras paredes, que sueñan con alcanzar la luna cuando saltan en nuestras camas, que quieren expresar su fantasía cuando gritan, y que interpretan como actores cuando cogen nuestra ropa, son los portadores de la verdadera esencia de la poesía.